Si me descuido, los próximos seis meses mi vida dejará de ser mía. La Mantis Religiosa se quedará con ella. Hay que asumir que esto será un poco así, que no se puede cambiar, pero no estoy dispuesta a renunciar a intentar arañar un poco de dignidad. Cuando estudiaba en León mi compañera de piso tenía por filosofía irse todos los días a la cama habiendo vivido aunque fuera un poco: "hoy no he vivido", se decía a sí misma si consideraba que no había hecho nada agradable en el día. Trabajar y estudiar no es vivir, así que tendré que buscar la manera de no olvidarme de vivir cada día (además de no olvidarme de dormir).
No me voy a una isla desierta, me voy a la isla de mi exilio, pero también tengo que elegir. Tengo que elaborar mi receta de mínimos irrenunciables para seguir sintiéndome viva.
- Carles Francino de camino al colegio y mi música de vuelta a casa.
- Un poema al día.
- El sandwich de nocilla del recreo de los lunes.
- El croissant de después de la exclusiva.
- Dos capítulos de series a la semana.
- Una película a la semana.
- Mi libro antes de dormir.
- Mi libro en los aviones.
- Pasear por la avenida de Playa Honda dos veces a la semana.
- Un café social entre semana.
- Una salida nocturna el fin de semana.
- Cocinar el fin de semana.
- Una cena especial entre semana.
- Un rato de internet al día.
- Un post a la semana.
Esta es mi tabla de salvación. A ella me agarraré con fuerza para sobrevivir a mi condena.